miércoles, 14 de mayo de 2025

Thomas Cook. El primer agente de viajes

 Enlace al artículo sobre Thomas Cook

Redacción del emagazine Sóloagentes

 

En este artículo, te presentamos los principales logros de Thomas Cook, considerado el primer agente de viajes de la era moderna. Descubre cómo este visionario revolucionó la forma en que las personas viajan y dejó un legado duradero en la industria del turismo.

Thomas Cook es considerado el primer agente de viajes de la historia, por convertir el turismo artesanal en lo que actualmente es el sector turístico.

Podemos pensar que las innovaciones introducidas por Thomas Cook fueron fáciles de acometer, por la falta de competencia y la inexistencia de infraestructuras consolidadas para la explotación del sector.

Pero lo cierto es que este inglés, nacido a principios del siglo XIX, fue capaz de adaptarse a las necesidades que demandaba la sociedad de su época y generar los productos y servicios que hoy, después de más de 150 años, siguen marcando el rumbo del sector turístico.

Hitos más destacables que Thomas Cook consiguió en el sector:


1845 | Creación de la Agencia de Viajes Thomas Cook & Son
En 1845 creó en la localidad de Harborough, la primera agencia de viajes, llamada Thomas Cook & Son. Su éxito estribaba en que negociaba personalmente con hoteles y ferrocarriles para conseguir precios más baratos.


1841 | Primer viaje organizado de la historia
El 5 de Julio de 1841, Thomas Cook realizó el primer viaje organizado de la historia moderna. Con motivo de un congreso anti alcoholismo, trasladó a 500 personas en ferrocarril de Leicester a Loughborough en Inglaterra.


1845 | Primer folleto turístico
Thomas Cook fue también el precursor de las acciones de marketing y venta turísticas, como por ejemplo las revistas de viaje. En 1845 creó un folleto de 60 páginas, donde describía las rutas de sus viajes.


1851 | Primer desplazamiento lúdico masivo turístico
En 1851 llevó en varias tandas a 150 mil personas a la exposición universal de Londres. Se convirtió así en el primer desplazamiento lúdico masivo en la historia del sector turístico.


1855 | Primer Tour por Europa
En 1855 organiza el primer viaje estructurado por toda Europa, un tour que visitaba Bruselas, Colonia, Heidelberg, Baden-Baden, Estrasburgo y París.




1855 | Primer Crucero por el Nilo
Al año siguiente de su primer tour europeo, Thomas Cook organizó el primer crucero por el Nilo.


1868 | Creación de los primeros Vouchers o bonos de viaje
En 1868 inventó los llamados “vouchers“, cupones que los turistas entregaban en los hoteles y que avalaban el pago del servicio de hospedaje y comida.


1872 | Primer vuelta al mundo turística
En 1872 organizó la primera vuelta al mundo, que duró 222 días, viajaron 9 personas y fue famosísima en su época, tanto que parecer ser que Julio Verne se inspiró en ella, para escribir su inmortal “Vuelta al mundo en 80 días”.


1874 | Creación de los travellers checks
En 1874 creo los travellers checks, gestionados en la actualidad por American Express. Hacia 1888 su compañía ya tenía oficinas en todo el mundo (Estados Unidos, Medio Oriente, Australia, etc.)


1927 | Primer viaje turístico en avión
En el año de 1927 la empresa de Thomas Cook organizo por primera vez un viaje por vía aérea, que iba desde la ciudad de Nueva York hasta la ciudad de Chicago para el tan esperado combate de boxeo Dempsey-Tunney de los pesos pesados.

Thomas Cook Group:

Tras un irrepetible viaje,  Thomas Cook llegó al final de su extraordinario recorrido. Este gigante de la industria de los viajes no solo sobrevivió a dos guerras mundiales y diversas crisis económicas, sino que también presenció la invención del avión y la revolución de internet. Su ilustre lista de clientes incluye nombres tan destacados como Winston Churchill y gran cantidad de famosos influencers en sus últimas campañas en redes sociales.

Sin embargo, el 23 de septiembre de 2019 se anunció la triste noticia de que la agencia entraba en un estado de liquidación después de haber acumulado 178 años de historia. Thomas Cook, su visionario fundador, fue un hombre piadoso y abstemio que defendía la importancia y el derecho universal de viajar. Se le considera el pionero de las agencias de viajes, y su influencia revolucionó de manera inigualable la industria turística, democratizando el acceso a los viajes y despojándolos de su exclusividad elitista.

¿Cómo ha cambiado la sociedad desde los inicios de Thomas Cook?:

La forma en que entendemos la vida, nuestras necesidades y preferencias… Sólo en los últimos 15 años, hemos asistido a una auténtica revolución y esos cambios aún no se han visto realmente reflejados en cómo debemos gestionar ahora nuestro negocio.

Internet, las redes sociales y ahora la inteligencia artificial, han permitido al cliente disponer de más información y de medios para no depender en exclusiva, de una agencia de viajes física a la hora de reservar sus desplazamientos.

¿Qué papel le toca jugar al agente de viajes actual, en la intermediación de los servicios turísticos?:

Quizás esta sea la pregunta que todos deberíamos plantearnos y que a veces dejamos de lado, para centrarnos únicamente en la crítica por la “uberización” del sector.

Esperamos que su historia inspire a algún nuevo Thomas Cook, para que lidere la próxima revolución del sector, que está por llegar.

Conclusión:

La importancia histórica y cultural del nombre “Thomas Cook” en el mundo del turismo es indudable. Cook fue un innovador que abrió las puertas del turismo a la clase trabajadora y permitió que personas de diferentes orígenes pudieran viajar y descubrir nuevos lugares.

Su legado sigue vivo en muchas agencias de viajes modernas, así como en los hoteles construidos por su compañía.

A pesar de sus altibajos financieros, Thomas Cook siempre mantuvo una visión social y humanitaria para el turismo, lo que lo convierte en un ejemplo inspirador para todos aquellos interesados en esta industria tan importante hoy en día.

Si quieres conocer un poco más no solo la historia de las agencias de viajes, sino la historia del turismo en general, te recomendamos que leas estos artículos:

La Historia Fascinante de la Adaptación de los Agentes de Viajes

Hotelería: evolución desde la antigüedad hasta la actualidad




Los caracoles, un plato tradicional cordobés que no es para todos los turistas

 

Los caracoles. Artículo La Vanguardia.

Por Juan Velasco. La Vanguardia.

Los caracoles son uno de los platos estacionales más populares de la gastronomía cordobesa y su consumo empieza antes de la primavera, época turística por excelencia, pero no por ello son un reclamo para todos los turistas foráneos, algunos de los cuales rechazan la idea de comer este molusco.

Pepi Rojano, la cocinera del puesto de "La Magdalena", uno de los más conocidos de la ciudad, tras más de medio siglo de actividad, reconoce con orgullo que sus caracoles han viajado hasta China, pero no puede decir lo mismo del otro gran mercado asiático, Japón.

"Tras la Segunda Guerra Mundial renunciaron a comer bichos. Entraron en esta dinámica capitalista, y sacaron de su comida tradicional ciertos platos por diferenciarse principalmente de China, que sigue comiendo bichos", explica a EFE Isabel Calvache, gerente de la empresa de turismo lento "Caracol Tours", nacida precisamente para atender al mercado japonés.

Calvache es amante de los caracoles, hasta el punto de que escogió al molusco como nombre y símbolo de la filosofía de su empresa, que apuesta por un turismo pausado, "en el sentido de ir despacio por la vida, pero también en cuanto a mirada interior", que en el turismo se traduce "como una reivindicación de las tradiciones".

Pero claro, para un turista japonés, que ha renunciado a comer caracoles o saltamontes, por muy tradicional que sea en Córdoba, no lo puedes sentar en uno de los casi 50 puestos de caracoles que hay en Córdoba.

A los británicos tampoco les entusiasman, o al menos son, de todo el continente europeo, el país que menos los consume, lejos de los franceses, los italianos y los españoles. Y claro, el gigante asiático también tiene a China como el principal consumidor de estos moluscos, tanto que hasta allí han comido los caracoles de "La Magdalena".

Los caracoles cordobeses tienen varias particularidades, según explica Calvache, que relata que en los últimos años se ha desarrollado un "boom", de modo que ya casi se alcanza el medio centenar de licencias de puestos, hay concursos gastronómicos y las recetas han superado el tradicional menú de "gordos, chicos y picantones", para abrazar otros métodos casi de alta cocina, como la degustación.

Y además, con mucho más tiempo para el deguste, ya que se ha pasado de los apenas dos meses que duraba hace años la temporada a los más de cuatro meses (en Córdoba arrancan en el puente de Andalucía a finales de febrero y terminan a finales de junio).

Todo ello produce, según Calvache, "sensación de la estacionalidad, de esperar todo el año a que llegue la primavera, para coger algo, que antes era mucho más breve, con muchas ganas", y hacerlo además sin esperar a abril y mayo, cuando entra caracol de campo a los puestos y se dice que la calidad culinaria aumenta.

"Hay diferentes opiniones, en general dicen que los mejores caracoles son los de abril y mayo, pero eso son los baremos de cuando el molusco se cogía en el campo. Hoy en día comemos caracoles criados en invernadero, en España y también Marruecos, por lo que esperarse tampoco aporta gran cosa", explica la gerente de "Caracol Tour".

Lo cierto es que Andalucía es tierra de caracol por muchos motivos, con Sevilla como el mayor consumidor de España, y Córdoba con su tradicional temporada, pero no la única de España. Los caracoles son comunes en las dietas de Extremadura, Cataluña o Mallorca, de ahí que los turistas nacionales no tengan reparos a la hora de probarlos.

A ese tipo de turistas, a los que les gusta mezclarse con la tradición local, va dirigida la empresa Caracol Tour, que ha ido creciendo en los últimos años paso a paso de manera firme vendiendo Córdoba como experiencia vital, hasta el punto que ya se están animando a probarla los propios cordobeses.

El tiempo primaveral del que goza la ciudad este año ayuda, y la plaza de la Magdalena está repleta, con la familia Rojano despachando caracoles de todos los sabores, lo mismo que llevan haciendo desde 1965 y cuyo éxito según la matriarca está en "la antigüedad, el cariño con que se hacen y la receta de mi padre, que era única y lo será".

martes, 13 de mayo de 2025

El Grand Tour, el 'Erasmus' del siglo XVII

 


https://historia.nationalgeographic.com.es/a/grand-tour-erasmus-siglo-xvii_17581

Abel G.M.

Periodista especializado en historia, paleontología y mascotas

National Geographic

 

El Grand Tour, el 'Erasmus' del siglo XVII

A finales del siglo XVII se puso de moda entre la aristocracia europea, especialmente la británica, la costumbre de enviar a sus hijos en un viaje de formación por el Viejo Continente. El Grand Tour, como así se llamó, se consideraba un requisito necesario para la educación cultural y social de los jóvenes de clase alta antes de que entraran en la adultez.


Planeando el Grand Tour, por Emil Brack

Una joven pareja mira un mapa de Italia para planificar su Grand Tour.

Foto: Colección privada (desconocida)

En 1670 se publicó por primera vez El viaje a Italia, obra póstuma de Richard Lassels. Este sacerdote católico, que había viajado por Europa y había trabajado como tutor para la nobleza inglesa, escribió en su libro que todos los jóvenes de la aristocracia deberían realizar un “grand tour”, es decir, un viaje por el Viejo Continente para conocer otros países, entrar en contacto con las grandes culturas del pasado y, en general, convertirse en lo que llamaríamos “gente de mundo”.

La nobleza británica tomó buena nota de la recomendación y así el Grand Tour se convirtió en una etapa casi obligada de formación para los hijos— y más adelante también algunas hijas— de la nobleza y la alta burguesía. Generalmente se realizaba al terminar los estudios y antes de entrar oficialmente en la sociedad de los adultos con las obligaciones que esta conllevaba, entre otras el matrimonio. Por ello, desde el punto de vista de sus protagonistas, el Grand Tour representaba también su última oportunidad de disfrutar —con la debida moderación— de las libertades de la juventud.




Retrato de Francis Basset, Barón de Dunstanville y Basset, por Pompeo Batoni (1778)

Igual que hoy en día nos hacemos fotos de recuerdo, en su momento los viajeros del Grand Tour se hacían pintar con paisajes de los lugares que visitaban: al fondo, se ven el Castel Sant'Angelo y la Basílica de San Pedro de Roma.

Foto: Museo del Prado

Un viaje de educación

El Grand Tour podía durar desde unos pocos meses hasta varios años, dependiendo del presupuesto que facilitase la familia, del itinerario y de los intereses particulares de cada uno. Generalmente se consideraba obligada una estancia en París —que hasta la Revolución Francesa era el referente de la aristocracia europea— y en alguna ciudad del norte de Italia como Turín, Milán o Venecia; aunque lo habitual, si el presupuesto lo permitía, era proseguir el viaje hacia el sur pasando por Florencia y Roma.

Este recorrido pasó por muchos cambios según la época, los sucesos históricos, las tendencias o las oportunidades que ofreciera un destino concreto. Así, por ejemplo, en el siglo XVIII la pujanza de Prusia aumentó el interés por extender el viaje a las zonas de cultura germana, cuando anteriormente el mundo mediterráneo era el centro de atención; o después del descubrimiento de Pompeya y Herculano, la visita a las ruinas se convirtió en la parada final de muchos viajeros, algunos de los cuales terminaban su Grand Tour con una ascensión al Vesubio. Incluso la mera presencia de un personaje de renombre en un determinado lugar podía influir en el itinerario, como sucedió durante el exilio de Voltaire en Suiza o tras la muerte de Lord Byron en Grecia.

Se consideraba obligada una estancia en París y en alguna ciudad del norte de Italia como Turín, Milán o Venecia; aunque lo habitual, si el presupuesto lo permitía, era proseguir el viaje hacia el sur pasando por Florencia y Roma.


Goethe en la campiña romana, por Johann Heinrich Wilhelm Tischbein (1787)

El polímata alemán fue uno de los grandes enamorados de Italia e incluyó la recomendación de

visitar Sicilia: "Ver Italia sin ver Sicilia es como no haber visto Italia, puesto que Sicilia es

la clave de todo".

Foto: Städel Museum, Frankfurt

Pero entre todos los destinos, Italia —o mejor dicho, la multitud de estados que la conformaban antes de la unificación— fue siempre el predilecto por la variedad de oportunidades que ofrecía: contacto con las grandes civilizaciones de la Antigüedad, una enorme riqueza artística y algunas de las cortes más elegantes de Europa; no hay que olvidar que, además de la formación cultural, se suponía que el Grand Tour debía ser una instrucción en las costumbres de la alta sociedad. Si Milán y Turín eran los referentes en cuanto a refinamiento, Venecia era el ejemplo de la grandeza ostentosa. Florencia la cuna del Renacimiento y Roma de la antigua civilización, aunque de aquella quedase ya bien poca. Y lo más importante, Italia era todo lo opuesto a la rígida Inglaterra de aquella época, un verdadero choque cultural para los jóvenes de la alta sociedad, un destino “exótico”. Esto también llevaba una cierta carga de superioridad moral por parte de la aristocracia inglesa, que en general veía la Europa mediterránea como una tierra del pasado, rural, atrasada y libertina.

Tutores y compañeros

Y precisamente a causa de esto, las familias de bien no estaban dispuestos a enviar a sus hijos solos a un viaje que, junto con la oportunidad de una gran formación cultural, era vista también como un camino fácil hacia la perversión. Se trataba, al fin y al cabo, de jóvenes educados en una sociedad muy rígida y moralista, que “puestos en libertad” podían dilapidar el presupuesto del viaje en fiestas, cortesanas, juegos de azar y otros tipos de diversión que podían manchar el buen nombre de la familia o incluso poner en peligro su seguridad.

Turistas ingleses en la campiña, por Carl Spitzweg (1835)

Una característica distintiva de quienes emprendían el Grand Tour era que no renunciaban a su porte aristocrático aunque este fuese claramente desaconsejable: así, se les podía ver con traje completo o vestido largo en pleno verano y subiendo montañas con calzado totalmente inadecuado.

Foto: Alte Nationalgalerie, Berlín

Por ese motivo, quienes partían hacia el Grand Tour lo hacían acompañados de una persona de absoluta confianza, generalmente un miembro de la propia familia, un amigo íntimo de los padres o un tutor particular del joven. Era deseable que se tratara de alguien de mediana edad, que hubiera hecho él mismo el viaje en su momento y que pudiera tanto refrenar las temeridades de su protegido como solucionar de forma discreta los eventuales problemas que surgieran. A menudo también acompañaba al viajero, en calidad de compañero, alguien de una edad similar a la suya y siempre del mismo sexo, que estuviera a su lado allí donde su tutor, por corrección, discreción o fingida ignorancia, no pudiera estar: por ejemplo, en las más que habituales visitas a las cortesanas.

Junto a estos acompañantes, los más pudientes se permitían llevar consigo un reducido séquito que incluía generalmente un paje y en ocasiones un cocinero. Una parte esencial del Grand Tour era el coleccionismo de souvenirs, que podían ir desde retratos a piezas de arte antiguo, y esto significaba cargar con un equipaje que iba en aumento a medida que el viaje avanzaba. Había artistas especializados en lo que hoy llamaríamos postales, como Giambattista Piranesi o Giovanni Paolo Panini, y los más ricos se podían permitir adquirir incluso una pintura de Canaletto; estos pintores, llamados vedutisti, hacían auténticas fortunas vendiendo estampas de las ciudades a los turistas del norte. Otros personajes, poco escrupulosos, vendían piezas antiguas que frecuentemente eran falsificaciones.

Interior del Panteón, por Giovanni Paolo Panini (1734)

Los vedutisti producían cuadros de pequeño formato, ilustrando los monumentos y lugares más emblemáticos de la ciudad, como recuerdo para los viajeros del Grand Tour.

Foto: National Gallery of Art, Washington D.C.

El final de una época

Al volver a su patria, enriquecidos con el bagaje material y cultural acumulado, se esperaba que los jóvenes aportasen su experiencia a la sociedad menos afortunada. Muchos escribieron cuadernos de viaje con sus impresiones, que a su vez inspirarían y ayudarían a futuros viajeros, pero que también reforzaban los tópicos acerca de lo que uno podía esperar encontrarse en cada país. Cabe destacar que, cuando la tradición se extendió también a las hijas de la aristocracia y la burguesía, muchas encontraron en el Grand Tour una de las pocas oportunidades para conocer mundo y escribir sobre él: una de ellas, Mary Shelley, concibió su novela Frankenstein en el curso de una lluviosa estancia en Suiza en compañía de otros escritores.

El desarrollo del ferrocarril de vapor a principios del siglo XIX tuvo un impacto directo en la manera de entender el Grand Tour. Por una parte hizo más asequibles y rápidos los viajes por el Viejo Continente, extendiendo los horizontes hasta destinos que típicamente no habían formado parte del recorrido como Rusia, Turquía y España. Pero precisamente, la mayor facilidad para viajar hizo disminuir el prestigio social del Grand Tour —no hay que olvidar que era también una experiencia para presumir de ella— y la necesidad de hacer un viaje tan largo. La costumbre se trasladó entonces a los ricos estadounidenses, que a pesar del desarrollo económico de su país carecían de una larga tradición cultural que debían buscar en Europa.

Una guía Bradshaw de 1891

Las Guías Bradshaw, creadas por el editor y cartógrafo inglés George Bradshaw, fueron los primeros bestsellers turísticos en una época en la que viajar empezaba a ser asequible para las clases medias: incluían un gran número de informaciones prácticas así como recomendaciones de visitas y apuntes de cultura.

Foto: W.J. Adams (CC)

En perspectiva, no es exagerado decir que los viajeros del Grand Tour inventaron muchas facetas del turismo moderno como los viajes de estudios, la pasión por los souvenirs o el intercambio cultural; incluso los paquetes a precio cerrado, que no solo evitaban que la aventura se saliese del presupuesto sino que también permitían a los padres controlar mejor en qué se gastaban sus hijos el dinero de su “viaje de formación”.

 Fuente: Abel G.M. National Geographic: 

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/grand-tour-erasmus-siglo-xvii_17581

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